Este año nada sucede según lo previsto; no lo estaba que el blog permaneciera cerrado durante tantos meses. Tampoco lo estaba regresar de vacaciones justo la noche antes de reincorporarme al trabajo, así que me encontré de nuevo sujeta a la tiranía de los horarios; con nevera y despensa desabastecida y sin comida preparada. ¡Eso me hizo darme cuenta de como te facilita la vida tener planificados los menús!
Estos últimos días vuelvo a a comprar un poco compulsivamente, al modo del primer mes de confinamiento. Con el cierre perimetral de Oviedo y otras ciudades asturianas, el estado de alarma declarado por nuestro presidente (del Principado) y las malas noticias sobre la evolución de la pandemia, ando un poco asustada. Creo que organizar las comidas puede ayudarme a controlar lo que no deja de ser una manifestación de ansiedad y nerviosismo.
Pero obviemos al omnipresente Covid y
centrémonos en la valorar la experiencia tras un año planificando los menús. Esta costumbre la tuve durante muchos años -hacía la planificación semanal o,a veces quincenal. pero luego la abandoné. En esa época tampoco prestaba atención a su vinculación con la cesta de la compra o a los posibles beneficios, que han resultado ser:
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Así planificaba antes los menús |
AHORRO,
VARIEDAD, TRANQUILIDAD
AHORRO DE TIEMPO
a) tener los menús planificados me permite no tener que ir a la compra tan a menudo (Y ahora esa es una tarea que lleva mucho tiempo y que según donde la realices, puede ser menos segura que ir a ver una obra de teatro, por ejemplo.)
b)
al saber con antelación los menús, puedo
aprovechar y cocinar varias cosas a la vez.
c) También puedo hacer doble cantidad y congelar
una parte (ya lo hacía antes) o aprovechar el día que dedico a cocinar para
hacer varios platos y congelarlos. Luego voy sacándolos según planificación.
Vuelvo a reafirmarme en que el congelador es el mejor amigo de la mujer
trabajadora.
AHORRO DE DINERO
Incluso con la compra “compulsiva” del
confinamiento y con la subida de los precios de los últimos meses he podido
ahorrar dinero. Las razones:
a) Optimización de los recursos, que dirían los
economistas. Procuro planificar los menús teniendo en cuenta en primer lugar
los alimentos y productos con los que cuento en casa. De esa forma, he reducido
prácticamente al mínimo el desperdicio de comida.
b)
Hago la compra con una mente más abierta, teniendo en cuenta las ofertas y los
productos de temporada, que luego integro en los menús. De esta forma no solo
consigo precios más ajustados sino también variar la dieta.
c) He
suprimido la compra mensual del híper. Me he dado cuenta de que no solo no
resulta imprescindible, sino que incluso algunos productos eran más caros que
en mi supermercado habitual. Pero además
he evitado las compras “capricho” que solía realizar –aún tengo un bote de
chutney de higo que compré hace unos meses, sin abrir.
TRANQUILIDAD
9.30 o 10 de la noche, estoy cansada pero debo pensar en que comeré al día siguiente para prepararlo
Llego a casa cansada y con hambre, pero no tengo nada preparado. Tengo que improvisar algo; mientras lo hago, voy picando y cuando por fin la comida está hecha, no tengo hambreHora de la cena; me da pereza preparar nada, así que termino tomando una pieza de fruta o atiborrándome de pan o galletas. También he caído en lo de abrir una lata de bonito.
VARIEDAD
Con mi tapa supervapor en modo automático. |
Sea consecuencia directa de la planificación de menús o por la llegada de nuevos "cacharritos" a mi cocina, he ampliado mi recetario. Algunas recetas no pasaron de la prueba pero otras se han quedado. Además me he dado cuenta de que durante este año he incorporado frutas y verduras que antes no comía o solo de forma esporádica.
En resumen, como de forma más equilibrada y variada y también "mejor" (en el sentido gastronómico) a la vez que ahorro tiempo y dinero; todo ello se traduce en calidad de vida. Por ello mi consejo es que, independientemente de que trabajéis o no, adoptéis la planificación de menús. ¡Notareis el cambio!
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